28 oct 2006

Sí … y ¿qué?


Por Denise Dresser.-
Sí … y qué? La frase favorita de la temporada. La postura preferida de la clase política ante acciones y omisiones que ponen en jaque la estabilidad social en vez de asegurarla. La conducta cínica de quienes provocan marchas multitudinarias y ahora no encuentran cómo dispersarlas. Formados en una larga fila, uno tras otro, gobernadores y senadores y diputados y líderes sindicales y empresarios descontentos y miembros de la APPO y todos aquellos que denuncian su existencia. Cada quien atrincherado en su pequeña postura, parado detrás de su barricada personal o partidista, orillando al país – y a Oaxaca – a horrorizarse ante la falta de horror por quienes deberían sentirlo. Por quienes deberían condenarlo. Por quienes deberían evitar que se extienda pero prefieren escenificar la tragedia más grande de todas: La indiferencia ante problemas estructurales y el conflicto que los refleja.
Sí … y qué?, dice Vicente Fox mientras planea cómo construir un museo para consagrarse a sí mismo. Un lugar para poner sus botas y sus cinturones con la hebilla que lleva su nombre. Un recinto en el cual evidenciará la frivolidad de su gobierno, la influencia perversa de su esposa, el tiempo que ambos perdieron, las oportunidades que todos desaprovecharon. Mientras Oaxaca arde, Fox decora. Mientras Oaxaca padece la falta de gobierno, Fox insiste en exaltar lo que queda del suyo. Mientras Oaxaca revela los dilemas acumulados, Fox insiste en ignorar su existencia. Rogándole a Dios que el sexenio se acabe para que pueda dar conferencias por todo el mundo, hablando sobre lo fantástico que fue. El hombre que no supo gobernar, ahora enfrentado a las consecuencias de su evasión. El destino lo alcanza aunque aún no se haya dado cuenta de ello.
Sí … y qué?, dice Vicente Fox ante un conflicto que quiso ignorar, postergar, minimizar. El presidente que durante años cerró los ojos ante los abusos cometidos en un archipiélago autoritario, ahora no sabe exactamente cómo lidiar con sus secuelas. El presidente que en aras del respeto a la autonomía estatal, abdicó de la responsabilidad federal y allí están los resultados. Un Estado ingobernable, un movimiento social incontrolable, una población dividida, una capital sitiada, una parte de la opinión pública que le exige el uso de la fuerza pública y otra parte que la verá como simple represión. Un Estado que revela hoyos democráticos, vacíos institucionales, rezagos sociales. Todos ignorados. Todos exacerbados por un presidente negligente, que aún no comprende la magnitud de la crisis estatal convertida en problema nacional. Fox prometió sacar a la víboras, alimañas y tepocatas de Los Pinos y ahora – seis años después – busca asegurar su supervivencia en Oaxaca.
Sí … y qué?, dice Ulises Ruiz mientras aclara que no se va. Mientras reitera una y otra vez que no va a renunciar ni a pedir licencia aunque sea para manejar. Mientras afirma que “de ninguna manera” encarna un factor de inestabilidad en el Estado. De restaurante en restaurante, de entrevista en entrevista, de reunión en reunión, de chantaje en chantaje. El gobernador no precioso, sino lastimoso. Aventándole la responsabilidad del conflicto a la Federación que tampoco ha querido hacerse cargo de él. Acorralando a los priístas, a los panistas, a los empresarios oaxaqueños, a los gobernadores, al gobierno federal. Todos unidos en la defensa de un indefendible. Todos unidos en el mantenimiento de un mafioso. Todos unidos para sostener en el puesto a alguien que en una democracia funcional jamás lo hubiera obtenido. Todos unidos para evitar la renuncia de quien, ante la magnitud del marasmo, debería haberla ofrecido hace tiempo y sin chistar.
Sí … y qué?, dicen los priístas mientras cierran filas, otra vez, ante un personaje que representa lo peor de sí mismos. El autoritarismo impune. La corrupción compartida. La imposición aplaudida. La hamponería como forma de gobierno. Ayer fue Roberto Madrazo; hoy es Ulises Ruiz. Y el PRI no lo entiende a pesar de haber caído al 22 por ciento del voto nacional, precisamente por esas razones. El PRI no lo comprende, aunque su desplome electoral se debe a ello. En la lógica de los priístas, hay que defender cualquier puesto político con los dientes, aunque acaben dándole dentelladas al partido. Hay que mantener el predominio del PRI en Oaxaca, aunque entrañe pagar el precio en cualquier otro lugar. Hay que darle respiración artificial a un cadáver, porque se cree que cualquier otro gobernador podría acabar tumbado desde abajo como él. El PRI piensa que la forma de mantenerse en el poder es aferrarse a él, en vez de ejercerlo mejor.
Sí … y qué?, dice Emilio Gamboa ante grabaciones que deberían costarle el puesto y la posibilidad de coordinar al PRI. Grabaciones cuyo contenido el PAN debería haber condenado, pero dada su dependencia política de los priístas, no puede hacerlo. Grabaciones que evidencian el cordón umbilical que une al Revolucionario Institucional con quienes lo financian y lo engordan. El priísmo como una forma de vida, como una manera de hacer negocios, como una circulación de prebendas, como una protección constante de intereses compartidos. Enrique Peña Nieto protegiendo a Arturo Montiel; Roberto Madrazo protegiendo a Mario Marín. Emilio Gamboa protegiendo a Ulises Ruiz. Círculos concéntricos de impunidad que llevan al partido a convertirse en tercera fuerza electoral cuando hace tres años – después de la elección del 2003 – era la primera.
Sí … y qué?, dice el Partido Acción Nacional convertido en cómplice de todo aquello contra lo cual juró luchar. Convertido en comparsa de todas aquellas formas de hacer política que dijo desde su fundación abjurar. Asustado. Arrinconado. Temeroso ante un pueblo enardecido al cual no entiende y preferiría ignorar. Paralizado ante un movimiento social cuyos agravios legítimos – y comportamientos ilegítimos -- no acaba de comprender. Atrapado por una alianza de conveniencia con el PRI, cuyos términos son cada vez más onerosos y cada vez menos redituables. Creyendo que todo es un asunto de policías y ladrones, de defensores del orden y promotores de la anarquía, de pacíficos y violentos. Pensando que bastará con ordenar sobrevuelos, enviar tanquetas, distribuir gases lacrimógenos, restablecer “el Estado de derecho”. Suponiendo que será suficiente retomar la ciudad para hacer gobernable al Estado.
Sí … y qué?, contestan los líderes de la APPO ante los niños sin escuelas, las calles sin seguridad, los juicios sumarios con reglas auto-proclamadas, los comercios grandes y pequeños sin clientes, la ciudad sin comunidad, los oaxaqueños sin garantías, el Estado sin reformas que necesita y que será difícil consensar. Un movimiento social cada vez más confrontacional, cada vez más radicalizado, cada vez más en busca de la violencia del Estado que, al mismo tiempo, denuncia. La APPO aterrorizando cuando argumenta que está siendo aterrorizada. La víctima convertida en victimario. El resentimiento entendible manifestado en acciones condenables. El enojo justificado vertido en conductas injustificables. Reforzando las barricadas, atizando los ánimos, elaborando las bombas molotov, cortejando la represión que tanto critica.
Sí … y qué?, responde la clase política – priísta, panista, perredista -- ante los abusos ancestrales, los reclamos postergados, los cacicazgos locales, las instituciones capturadas, la representación parcial o inexistente. La democracia electoral que lleva a la alternancia entre partidos pero no conduce a que gobiernen mejor. Oaxaca como síntoma de transiciones locales que no han ocurrido y el Estado lo refleja. Oaxaca como muestra de una democratización celebrada a nivel nacional pero incompleta a nivel estatal. Oaxaca como microcosmos de lo mucho que falta por hacer y que pocos en los partidos están dispuestos a reconocer. Oaxaca tan aguerrida en el 2006 como Chiapas lo estuvo en 1994. Oaxaca pobre, Oaxaca desigual, Oaxaca mal gobernada, Oaxaca asolada, Oaxaca capturada por quienes reclaman el uso arbitrario del poder pero mimetizan sus peores prácticas. Oaxaca secuestrada no sólo por Ulises Ruiz, no sólo por la APPO, no sólo por el acuerdo político entre el PRI y el PAN, no sólo por la pasividad del Senado y quienes despachan dentro de él. Oaxaca secuestrada, gobierno tras gobierno, por la indiferencia.

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