13 sep 2007

El PRI todavía no vuelve


Sigue la crisis

José Gil Olmos
Después de la última victoria en Veracruz, para algunos el PRI está en vías de retomar el poder. Sin embargo, esto aún está por verse.

Lanzar campanas al vuelo por los últimos triunfos en Yucatán, Oaxaca y Veracruz es una afirmación muy aventurada si tomamos en cuenta que en el PRI existen grandes divisiones y que no se ve una sola cabeza, sino varias, entre las que destacan las de Beatriz Paredes, Enrique Peña Nieto y Manlio Fabio Beltrones, quienes, junto con otros gobernadores, se disputan el control del partido rumbo a las elecciones de 2012.

Además, no hay que basarse únicamente en los triunfos obtenidos para afirmar que “el PRI parece estar de vuelta”. Hay que considerar el revés que sufrió en Baja California y las pocas posibilidades que tiene para ganar la elección de Michoacán, a fin de tener un panorama más completo de las posibilidades que tiene para retomar el poder en el Congreso de la Unión en la elección de 2009 y la Presidencia de la República en 2012. No se puede sostener que gracias a que el PRI es un partido cohesionado, ha ganado las elecciones municipales en algunos estados, como Durango, Chihuahua, Zacatecas y Aguascalientes, en los cuales ha elevado su preferencia electoral. Se debe tomar en cuenta que mencionadas victorias fueron producto de la intervención de los propios gobernadores, de los liderazgos locales y de los problemas internos de los otros partidos.

El PRI, como partido, sigue sin recuperar su unidad y la fuerza institucional que por años le dio resultados positivos. Desde la derrota en la elección presidencial de 2000, no ha superado la crisis interna que lo ha llevado a ser la tercera fuerza política a en todo el país, detrás del PAN y del PRD.

La compartimentación de los liderazgos en el PRI es evidente. Primero fueron los gobernadores los que empezaron a tomar la rienda en las iniciativas más importantes del partido, como fueron la renovación de la Presidencia y los cambios en los estatutos; luego entraron los coordinadores parlamentarios, y más tarde se agregaron los liderazgos locales en los procesos electorales. Con todos ellos es con quien tiene que lidiar el presidente del partido y con éstos mismos comparte el poder.

Los casos de Oaxaca y Veracruz son claros para ejemplificar, como el peso de los gobernadores ha sido determinante en el resultado de las elecciones locales. Ulises Ruiz, en el primer caso, puso a sus candidatos y anuló a la APPO mediante un mecanismo de persecución policiaca para no dejarles ni un solo escaño en el Congreso local. En tanto que Fidel Herrera, metió directamente las manos en las campañas con apoyos oficiales, logrando arrebatarle la elección al PAN.

Caso contrario fue el de Baja California, donde la derrota de Jorge Hank se debió no sólo a sus propios errores y a la falta de apoyo de Beatriz Paredes, sino a que los priistas jamás pudieron contrarrestar el apoyo que el gobernador panista Eugenio Elorduy dio a su candidato José Guadalupe Osuna.

Para que el PRI vuelva a ser la primera fuerza política del país, hacen falta muchas cosas y muchos acuerdos por cumplir, algunos de ellos imposibles por el momento. Por ejemplo, sería necesario un pacto de no agresión o de unidad entre los distintos grupos de poder; esto es, entre los grupos de Peña Nieto, Beltrones y Beatriz Paredes, junto con los gobernadores de Sonora, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua, principalmente, quienes inciden en la toma de decisiones del partido.

Nadie puede negar que tanto en las elecciones estatales como en las negociaciones en el Congreso de la Unión, entre ellas la nueva reconfiguración del IFE, la experiencia política del PRI le permitió lograr victorias importantes. Pero de ahí a afirmar que ya está listo para recuperar el poder, falta mucho.

Las elecciones de 2000 y 2006 demostraron que el PRI ya no tiene el voto duro —20 millones— que tanto alardeaban; tampoco cuenta con la estructura a nivel nacional con la que inclinaban a su favor los resultados en los distritos y en las secciones más apartadas del país.

Es verdad que los gobernadores tienen los recursos necesarios para soportar los gastos de campaña, pero tienen en frente a Felipe Calderón y al PAN, que ya han demostrado saber operar electoralmente los programas sociales.

Además, se tiene que tomar en cuenta que no todos los gobernadores priistas apoyan las iniciativas de su partido ni a los personajes más emblemáticos. Algunos de ellos ya dieron muestras en 2006 que pueden apoyar a candidatos de otros partidos, sobre todo aquellos gobernadores que están relacionados con la maestra Elba Esther Gordillo.

Así vemos que el PRI tiene enemigos no sólo fuera, sino dentro de casa, y que, para recuperar el poder perdido desde 2000, tendrá que concretar nuevos pactos de unidad en su interior y luego enfrentar al PAN, que ya prepara sus armas para consolidarse en la elección intermedia de 2009, cuando se renueve la Cámara de Diputados.

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