Reporte Índigo
Si la semana pasada los partidos políticos sospechaban que uno de ellos podía ser el autor intelectual del movimiento, con el paso de los días se dieron cuenta que no, y reorientaron sus sospechas hacia un eventual “compló” de los “poderes fácticos”.
Todos pusieron a trabajar a sus respectivos equipos de inteligencia para tratar de descubrir cuál de estos poderes fácticos está alimentando a los “apátridas” y “antidemócratas” votantes blancos.
Y es que los políticos —eso parece estar cada día más claro— son incapaces de suponer, o tan siquiera de imaginar, que es factible que millones de ciudadanos, aun sin conocerse y sin haber de por medio una costosa campaña de publicidad, hayan llegado a la misma conclusión, al mismo tiempo.
Los políticos creen que esto del voto nulo empezó hace dos semanas como producto de una campaña orquestada como tantas otras que ellos mismos han llevado a cabo en el pasado. Su egocentrismo no les da para admitir la posibilidad de que la gente piensa y siente.
Creen que el ciudadano es estúpido, sordo, ciego, mudo, autómata e insensible.
Condenan como Demetrio Sodi, que ha pasado por todos los partidos, cualquier expresión ciudadana.
Ingenuos
Algunos otros son tan ingenuos, que creen que la gente apenas se acaba de dar cuenta de que las guarderías son concesiones del favor político y del nepotismo.
Imaginan, según el partido en que militen, que la gente cree que los Bejaranos sólo existen en el PRD, que los Montieles sólo se dan en el PRI, o que los Castellanos Gómez del Campo o Hildebrandos sólo existen en el PAN.
Creen que la sociedad ignora cómo se concesionan las gasolineras. Cómo se otorgan las notarías. Cómo se asignan los contratos millonarios de transportes de Pemex. Cómo se adjudicaron los bancos.
Cómo se asignan o se cancelan las concesiones aéreas, o cómo se “ganan” las licitaciones públicas del gobierno.
Creen que el ciudadano no es capaz de entender por qué razones el tesorero de un estado, como Fernando Elizondo, actual candidato a gobernador de Nuevo León, firmó cheques escritos a mano —todos emitidos el mismo día— para conceder préstamos a funcionarios de primer nivel del gobierno de Fernando Canales Clariond.
Se rasgan las vestiduras cuando alguien dice que anulará su voto porque suponen que un sufragio nulo es un desperdicio.
Creen que los mexicanos tenemos la obligación de votar por el menos peor de ellos, cuando no hay de dónde escoger porque todos son iguales.
Les preocupa que a menos de 30 días del 5 de julio, se sigan sumando electores a la iniciativa de votar en blanco.
Por eso, esta semana, y sin tener identificado a su enemigo, todos los partidos y todos los políticos se unieron a una cruzada orquestada por el IFE para combatir el voto blanco.
¿Quién podría haber imaginado que Marta Sahagún y Vicente Fox coincidirían con la postura de Andrés Manuel López Obrador? ¿Cómo llegaron a ponerse de acuerdo Jesús Ortega, Germán Martínez y Beatriz Paredes como presidentes de sus respectivos partidos? Su preocupación es tal, que todos acudieron al llamado del IFE para grabar sus videos contra el voto blanco.
El colmo fue que el consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés Zurita, quien debería ser el más respetuoso de la expresión ciudadana, se lanzó contra los defensores del voto en blanco.
“Ni cosquillas hará el voto nulo a los partidos”, dijo Valdés Zurita el miércoles pasado. También advirtió que “anular la boleta electoral no tiene implicaciones”.
¿Podría esperarse una postura diferente?
Ciertamente no. Sobre todo cuando sabemos que los políticos fueron a sacar a Valdés Zurita de su escuela de catadores de vinos de León, Guanajuato, para ungirlo como incondicional consejero presidente del IFE.
Si los políticos lo pusieron, ellos mismos podrían destituirlo, y el presidente del órgano electoral lo sabe.
¿Cuándo se darán cuenta los políticos de que el rechazo ciudadano empezó a gestarse desde hace mucho tiempo? ¿Cuándo caerán en la cuenta de que quienes están detrás del voto blanco son millones de mexicanos?
¿Cuándo tendrán conciencia de que el 5 de julio no será el final, sino apenas el principio de algo más trascendente de lo que ellos se imaginan? Probablemente nunca. O, en el mejor de los casos, cuando ya sea demasiado tarde para ellos, pero no para los mexicanos.
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