Bucareli
El próximo 5 de julio votaré con un tachón sobre las boletas.
México está envuelto hoy en la controversia política de más interés en los últimos tiempos.
Una elección en que no se decide la Presidencia de la República, que generalmente atrae poca atención y votantes, se ha colocado en forma súbita como tema de discusiones, polémicas, conversaciones y hasta pleitos familiares. El voto ha cobrado importancia gracias a la presencia abrumadora de ciudadanos que se oponen a depositarlo en las condiciones legales vigentes. Las consideran injustas, contrarias a la esencia de la democracia que es el derecho de elegir a sus gobernantes. El corsé explotó y la voluntad asusta a los dueños del mecanismo. Su impunidad y arrogancia los hizo olvidar que Lucifer no se fue al infierno por malo sino por soberbio. Ahora son llamados a juicio mediante un procedimiento inesperado: el voto nulo.
Se abren posibilidades que es conveniente no confundir a la hora del voto. Cuatro entre las que me envían lectores iracundos son las más abundantes: no ir a votar, ir a escribir una mentada de madre en cada boleta, ir y dejar todo en blanco, ir a tachar cada nombre y logotipo.
No ir a votar es una conducta confusa: la abstención es característica de toda votación en México, su porcentaje suele ser altísimo y en la coyuntura próxima puede atribuirse a viejos vicios y no a este fenómeno de protesta popular. Si queremos expresar nuestro desacuerdo, no podemos quedarnos en casa. Hay que ir a las casetas, comprobar que en la lista de ciudadanos registrados se anota nuestra presencia con los documentos que nos autorizan a ejercer nuestro derecho. Eso es muy importante porque permitirá que del total de votos depositados en cada caseta puedan restarse los tachados o en blanco y así hacer de ellos votos de repudio.
Debemos hoy, más que nunca, ir a votar.
Las mentadas de madre carecen de validez legal. Aunque se escriban con buena letra no tienen fundamento jurídico que obligue al destinatario a acatarlas. Podrían ser tomadas por los escrutadores como un insulto y no como petición o consejo. Se sugiere no complicar las cosas. Lo ideal en este caso es hacer llegar el mensaje a quien corresponda y en propia mano, atención elegante que el hijo aludido deberá agradecer.
El voto en blanco, que en la última novelita de Saramago da lugar a una crisis más grave que la del ensayo de la ceguera, tiene una rendija peligrosa: nadie garantiza que una mano negra no rellene los huecos. Ya lo sé, representantes de todos los partidos vigilan la limpieza del procedimiento. Sí, pero son los que están contra la protesta, quieren que nada cambie, que el voto sea en favor de sus designados y no contra el sistema creado por ellos mismos. El voto en blanco es la iglesia en manos de Lutero. La ocasión hace al ladrón. De todos modos, los votos en blanco serán anulados. Y por lo tanto, contarán como nulos.
Por eso es mejor el tachón. Rayas cruzadas, atravesadas, engarzadas, curvas o rectas, que no dejen lugar a dudas sobre la intención del votante. Obsérvese que no es una abstención. Es un voto, una manera legal, porque no está prohibida, de votar. Es un voto que expresa una voluntad de influir para cambiar. Lo declararán nulo. De eso se trata. La declaración será certificado de nacimiento de una manifestación que, por pequeña que sea, nadie podrá ignorar. Constará en las actas. Votamos. Somos los del voto nulo. No tenemos pastor y no somos corderos. Somos los vecinos del 19 de septiembre de 1985.
Los poderes políticos y fácticos sienten pasos en la azotea. Presienten que más que un voto anulado es una especie de inesperado plebiscito. No hay manera de anular el voto nulo.
Defender el derecho de elegir libremente a sus gobernantes, es el propósito concreto de una población amorfa, vaga, pero tan real como su unión solidaria en un ágora de chips y .com.
Viene una contraofensiva. La gaceta religiosa dijo que la anulación es una actitud antidemocrática. Que debemos votar por candidatos. Representantes de sindicatos afines, líderes charros, gremios empresariales, intelectuales domésticos y artistas exclusivos expresarán su asco al voto nulo. Desde las telenovelas hasta los juegos de fútbol se usarán para convencer al público del peligro de la anulación que pone en riesgo a la patria.
Pero no se le puede poner puertas al campo. La primavera ha venido, nadie sabe como ha sido. Sí se sabe don Antonio: ha llegado por internet.
Y no se deje equivocar: anular es votar, no para matar a la democracia, sino para fortalecerla. Para anular lo que la agrede.Es una forma de darle contenido a una mentada de madre.
México está envuelto hoy en la controversia política de más interés en los últimos tiempos.
Una elección en que no se decide la Presidencia de la República, que generalmente atrae poca atención y votantes, se ha colocado en forma súbita como tema de discusiones, polémicas, conversaciones y hasta pleitos familiares. El voto ha cobrado importancia gracias a la presencia abrumadora de ciudadanos que se oponen a depositarlo en las condiciones legales vigentes. Las consideran injustas, contrarias a la esencia de la democracia que es el derecho de elegir a sus gobernantes. El corsé explotó y la voluntad asusta a los dueños del mecanismo. Su impunidad y arrogancia los hizo olvidar que Lucifer no se fue al infierno por malo sino por soberbio. Ahora son llamados a juicio mediante un procedimiento inesperado: el voto nulo.
Se abren posibilidades que es conveniente no confundir a la hora del voto. Cuatro entre las que me envían lectores iracundos son las más abundantes: no ir a votar, ir a escribir una mentada de madre en cada boleta, ir y dejar todo en blanco, ir a tachar cada nombre y logotipo.
No ir a votar es una conducta confusa: la abstención es característica de toda votación en México, su porcentaje suele ser altísimo y en la coyuntura próxima puede atribuirse a viejos vicios y no a este fenómeno de protesta popular. Si queremos expresar nuestro desacuerdo, no podemos quedarnos en casa. Hay que ir a las casetas, comprobar que en la lista de ciudadanos registrados se anota nuestra presencia con los documentos que nos autorizan a ejercer nuestro derecho. Eso es muy importante porque permitirá que del total de votos depositados en cada caseta puedan restarse los tachados o en blanco y así hacer de ellos votos de repudio.
Debemos hoy, más que nunca, ir a votar.
Las mentadas de madre carecen de validez legal. Aunque se escriban con buena letra no tienen fundamento jurídico que obligue al destinatario a acatarlas. Podrían ser tomadas por los escrutadores como un insulto y no como petición o consejo. Se sugiere no complicar las cosas. Lo ideal en este caso es hacer llegar el mensaje a quien corresponda y en propia mano, atención elegante que el hijo aludido deberá agradecer.
El voto en blanco, que en la última novelita de Saramago da lugar a una crisis más grave que la del ensayo de la ceguera, tiene una rendija peligrosa: nadie garantiza que una mano negra no rellene los huecos. Ya lo sé, representantes de todos los partidos vigilan la limpieza del procedimiento. Sí, pero son los que están contra la protesta, quieren que nada cambie, que el voto sea en favor de sus designados y no contra el sistema creado por ellos mismos. El voto en blanco es la iglesia en manos de Lutero. La ocasión hace al ladrón. De todos modos, los votos en blanco serán anulados. Y por lo tanto, contarán como nulos.
Por eso es mejor el tachón. Rayas cruzadas, atravesadas, engarzadas, curvas o rectas, que no dejen lugar a dudas sobre la intención del votante. Obsérvese que no es una abstención. Es un voto, una manera legal, porque no está prohibida, de votar. Es un voto que expresa una voluntad de influir para cambiar. Lo declararán nulo. De eso se trata. La declaración será certificado de nacimiento de una manifestación que, por pequeña que sea, nadie podrá ignorar. Constará en las actas. Votamos. Somos los del voto nulo. No tenemos pastor y no somos corderos. Somos los vecinos del 19 de septiembre de 1985.
Los poderes políticos y fácticos sienten pasos en la azotea. Presienten que más que un voto anulado es una especie de inesperado plebiscito. No hay manera de anular el voto nulo.
Defender el derecho de elegir libremente a sus gobernantes, es el propósito concreto de una población amorfa, vaga, pero tan real como su unión solidaria en un ágora de chips y .com.
Viene una contraofensiva. La gaceta religiosa dijo que la anulación es una actitud antidemocrática. Que debemos votar por candidatos. Representantes de sindicatos afines, líderes charros, gremios empresariales, intelectuales domésticos y artistas exclusivos expresarán su asco al voto nulo. Desde las telenovelas hasta los juegos de fútbol se usarán para convencer al público del peligro de la anulación que pone en riesgo a la patria.
Pero no se le puede poner puertas al campo. La primavera ha venido, nadie sabe como ha sido. Sí se sabe don Antonio: ha llegado por internet.
Y no se deje equivocar: anular es votar, no para matar a la democracia, sino para fortalecerla. Para anular lo que la agrede.Es una forma de darle contenido a una mentada de madre.
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