Todo lo que ha pasado en Oaxaca se veía venir. La elección para gobernador estuvo llena de irregularidades y, como ha pasado en todos los procesos electorales, incluyendo por supuesto el presidencial, también estuvo llena de dinero. Algo le pasa a la incipiente democracia mexicana que nos resulta muy cara y que además, en algunos casos terminamos por no creerle. Oaxaca representa como pocos lugares del país la suma de todas las injusticias. Hay pobreza por doquier, hay violencia como mecanismo para hacerse justicia por propia mano, hay un uso político lamentable, hay caciquismo, en Oaxaca se reúne todo lo bueno y lo malo del país.
Lo que ha pasado en meses recientes es parte de una reacción a todo esto. Hay un radicalismo cada vez más preocupante que, sin justificarse, habrá que reconocer que tiene razones de ser. A lo largo de estos días el gobierno ha hecho como que compone las cosas. A Enrique Rueda, líder de la sección 22 del SNTE, le hablaban a menudo de Gobernación. Lo que para los de Bucareli era parte del diálogo, que en sentido estricto no existía, para el líder de los maestros de Oaxaca eran llamadas sin sentido a través de un funcionario menor.
Gobernación parecía que le iba tomando el pulso al nuevo gobierno oaxaqueño. Pasó por alto las muchas irregularidades denunciadas en el proceso electoral para, al final, sumarse a la victoria de Ulises Ruiz. El tribunal había hecho su parte y Gabino Cué además de que perdió, estuvo cerca de que el gobernador lo metiera a la cárcel. Nunca se supo si era por incumplimiento de la ley o por tratar de aniquilar a su adversario, o quizá en este caso debiéramos decir enemigo. Hombre cercano, muy cercano a Roberto Madrazo, el gobernador se dedicó a soltar las manos. Su primera fue la de fortalecer al máximo su poder para que desde Oaxaca impulsara, en todos los sentidos, la candidatura de Madrazo a la Presidencia, y por otra parte intentó irse apoderando poco a poco de todas las estructuras de poder de un estado con características singulares.
A Ulises Ruiz no se le dio lo uno ni lo otro. Enfrentó un problema desde el inicio con un diario que se caracteriza por tener una línea crítica, no de ahora sino de mucho tiempo atrás. Altos directivos de Noticias aseguran que en cuanto tomó el cargo, el gobernador sentenció: “En seis meses ese diario está fuera”. No fue así, pero casi. A Ulises Ruiz no le iba saliendo ninguna de sus jugadas. Una noche, un grupo de presuntos trabajadores tomaron las instalaciones de Noticias con el pretexto de una singular huelga. Durante más de veinte días dejaron a los trabajadores, que en ese momento se encontraban dentro del diario, encerrados. Se dijeron y especularon muchas cosas por esos días. Que si el encono se debía a la falta de publicidad oficial al diario, que si la línea critica de Noticias, que si era un ataque debido al apoyo a Gabino Cué en la campaña para gobernador; en fin, se especulaba de todo, pero un solo hecho era cierto: se había tomado el diario. El golpe estaba dado.
Una comisión analizó el caso y bajo el diagnóstico que hizo se concluía que el gobernador era el principio y el fin del problema. Él era el que lo podía resolver. No pasó nada.
Oaxaca suma muchos problemas en un solo momento. El gobernador se preocupó más por las elecciones, con un candidato impresentable con escasas posibilidades de triunfo, que por lo que estaba pasando en el estado. Algunos problemas no eran de él, pero al paso del tiempo, debido a su actitud, resultaron siendo responsabilidad de él sin, en sentido estricto, serlo. El gobernador es una parte del problema. Su renuncia es casi inevitable y la APPO no se va a sentar a la mesa, por lo menos así lo seguía siendo al momento de escribir el presente artículo.
El gobernador ahora es parte medular del asunto, pero es evidente que si bien se dará un paso si deja el cargo, lo que viene puede ser igual de complejo, porque para resolverlo se requiere de cambios profundos que no se alcanzan a ver en el corto plazo. No basta, como dicen algunos miembros de la APPO, “con tirar al gobernador”.
Sin embargo, abrir espacios es parte de una fase imprescindible. Las innumerables ONG –algunas de ellas no se sabe bien a bien para qué sirven–, la pobreza, la injusta paga a los maestros, la presencia del EPR, por menor que sea; la toma de medios de comunicación, hacen del estado una zona siempre sensible a la violencia como forma de justicia.
Estamos ante un estado lleno de contradicciones que en más de un pasaje de su historia ha buscada la solución a sus problemas en la justicia por propia mano. Que renuncie el gobernador parece un paso inevitable, pero ante el radicalismo de algunos grupos de la APPO, más los días que vienen por el desenlace de la elección presidencial, es evidente que estamos colocados entre la espada y la pared.
No hay solución que deje satisfechos a todos. Lo que sí hay es la imperiosa necesidad de crear condiciones nuevas. ¿Se habrán dado cuenta de que hay muertos? ¿Se habrán dado cuenta de que existe un estado de ingobernabilidad? ¿Se habrá dado cuenta el gobierno federal del alto riesgo en que está Oaxaca? ¿Tenía que haber muertos para voltear a ver lo que pasa? ¿Se dejó el asunto como parte de una estrategia en función de la elección presidencial? A todos les van a pasar la cuenta tarde que temprano.
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