Un sacerdote ofrece refugio a indocumentados de paso que necesitan protección policial. Aparece un cadáver con un mensaje amenazador. Aumentan las decapitaciones. La prensa local no se anima a informar sobre eso.
Este no es el norte de México, donde las bandas de narcotraficantes se pelean por controlar la zona fronteriza con Estados Unidos y resisten una ofensiva del gobierno. Es el sur, donde el cartel de los Zetas disemina calladamente el terror casi sin oposición y extiende su influencia hasta la frontera con Guatemala, e incluso del otro lado.
Igual que lo han hecho en el norte, organizaciones que dicen ser parte de los Zetas armaron redes que controlan las rutas de tránsito de drogas, indocumentados y otros artículos de contrabando, como DVDs, intimidando a la población y cometiendo macabros asesinatos como advertencia para quienes no colaboren.
Los Zetas comenzaron hace cuatro años a incursionar en el sur, la región más pobre de México. Aparecieron en Oaxaca, Chiapas y otros estados sureños, y luego en el norte de Guatemala, donde sus ataques a gente del lugar son tan comunes que el mes pasado el gobierno despachó 300 soldados para que recuperasen el control de la provincia fronteriza de Alta Verapaz.
En los pueblos del istmo de Oaxaca y en el centro de la ciudad de Oaxaca, la capital, ha habido secuestros extorsivos de personas ricas y también de vendedores callejeros o indocumentados de paso.
Se sospecha que la misma banda a la que se responsabiliza de la matanza de 72 extranjeros de paso el año pasado en Tamaulipas es la responsable de la reciente desaparición de más de 40 centroamericanos en Oaxaca. Los secuestros generaron gran interés noticioso cuando el gobierno salvadoreño los denunció. El gobierno mexicano inicialmente negó que hubiese habido secuestros.
Los centroamericanos fueron vistos por última vez el 16 de diciembre en Ixtepec, escala en el viaje que hacen miles de indocumentados que intentan llegar a Estados Unidos usando trenes de carga que van hacia el norte. Una veintena de centroamericanos, entre ellos varios hondureños, escaparon y fueron a un refugio dirigido por el reverendo Alejandro Solalinde, quien dice haber recibido información de que los secuestradores tienen vínculos con los Zetas.
La procuraduría general de México anunció este mes el arresto de tres nicaragüenses y un mexicano en relación con los secuestros, pero no dijo nada acerca de los Zetas o de los indocumentados desaparecidos.
Los mexicanos dicen que los Zetas contrataron ex soldados de las fuerzas antiinsurgentes para que entrenen reclutas. El año pasado se halló un campo de entrenamiento del lado guatemalteco de la frontera.
Alejandro Poire, vocero del gobierno mexicano en temas de seguridad, dijo que las supuestas actividades de los Zetas en el sur no son nada comparado con lo que sucede en el norte, donde abundan los tiroteos y ataques con granadas en pleno día desde que se separaron del Cartel del Golfo.
No obstante, Solalinde dice que los Zetas "son un poder de facto terrible".
"Lamentablemente, tenemos un país muy corrupto, en el que las agencias policiales son infiltradas" por elementos del bajo mundo, expresó el religioso.
Cuatro días después de denunciar el secuestro y mencionar que podría ser obra de los Zetas, el sacerdote fue visitado por un individuo que según la policía es un conocido pistolero a sueldo.
La policía vigila ahora el refugio, que cuenta con cuartos de bloques de hormigón sin terminar, en los que los indocumentados duermen sobre cartones o mantas, en medio de perros y gatos vagabundos.
"Es peligroso", dijo Solalinde. "Pero imagínese si todos callamos, si todos miramos para otro lado, si nadie hace nada. Sería terrible para México".
Los Zetas imponen un reino de terror, amenazando a la policía, a funcionarios oficiales, a periodistas y a todo aquél que se les cruce en su camino.
En noviembre, en un pintoresco acantilado desde el que hay hermosas vistas de Oaxaca, la policía encontró la cabeza decapitada de un individuo envuelta en papel de regalo. Incluía un mensaje amenazador firmado por "Z”, que aludía aparentemente a los Zetas.
En la ciudad de Juchitan desconocidos arrojaron un hombre decapitado en una carretera en noviembre y otro fue hallado descuartizado en mayo, con una nota que decía que fue asesinado por hacerse pasar por un Zeta.
"Hay lugares, cantinas, en los que venden drogas, donde se juntan los Zetas. Todo el mundo lo sabe, pero nadie hace nada", declaró un periodista de la zona que pidió no ser identificado por temor a represalias.
Las autoridades niegan que no estén haciendo nada. En Chiapas, estado fronterizo con Guatemala, fueron despedidos o detenidos más de 240 agentes desde el 2008, acusados de trabajar para los Zetas, según el Departamento de Seguridad Pública.
Los Zetas no tienen rivales en el sur, de acuerdo con Grupo Savant, una organización de Washington especializada en el estudio de temas de seguridad.
Mientras las otras organizaciones se pelean por mantener el control de los puertos del Pacífico y las rutas usadas por los contrabandistas en el norte, los Zetas generan cientos de millones de dólares a partir de la extorsión y el contrabando de bienes que vienen de Guatemala.
El gobierno nacional admite que los Zetas no están concentrados en una región específica, como el resto de los carteles, y aparecen en cualquier sector del país. Operan como una empresa, enviando un delegado a un sector que quieren controlar, el cual recluta gente de la zona.
Los centroamericanos que quieren llegar al norte no tienen más remedio que arriesgar sus vidas cruzando por territorios controlados por los Zetas.
En el centro de refugiados de Ixtepec, Denis Torres, un albañil hondureño de 24 años, dice que inició el recorrido a pesar de que su familia le imploró que se quedase en Tegucigalpa. Dijo que quería ir con un tío que vive en Miami, donde le prometieron un trabajo en la construcción.
"Viajas con miedo, pensando que te pueden secuestrar y torturar por el simple hecho de que buscas el sueño americano", expresó.
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