Por: RUBÉN CÁRDENAS
Por su bajo costo y efectividad, en este recién concluido proceso electoral una de las campañas más exitosas a final de cuentas resultó la denominada "Voto blanco", sin duda alguna. Con una captación que bien podría alcanzar más del cinco por ciento a nivel nacional y más del diez en el Distrito Federal, el llamado a anular el voto mostró gran alcance y superó las expectativas de las encuestas elaboradas por las empresas de opinión pública más respetables, que ubicaban a estos votantes en un margen máximo del dos por ciento. Promovida desde organizaciones sociales y ex militantes de partidos políticos -aun cuando no pocos atribuyen también su origen a una iniciativa de las grandes televisoras mexicanas, molestas por una caída en sus ingresos, provocada por los pocos "spots" transmitidos ante la nueva disposición legal electoral- esta convocatoria a rechazar a todos los partidos y candidatos se posicionó ya como una fuerza electoral sólida, si así se le puede llamar, en México. A diferencia de la mayoría de los partidos políticos con registro electoral, que reciben prerrogativas de la autoridad electoral y están organizados para la promoción del voto, que cuentan con estructuras en la mayoría del país, estas organizaciones lograron en muy poco tiempo estar en un sorprendente buen nivel de preferencias del electorado mexicano y ahora, una vez pasada esa aduana comicial, tendrían una oportunidad para seguir expandiéndose y representar un mayor contrapeso en el sistema de partidos. Por supuesto que tampoco se le pueden atribuir a este movimiento cualidades mágicas. La realidad es que invitar al voto nulo a una sociedad hastiada de tanta corrupción y mentiras de su clase política es fácil hacerlo, sobre todo si esa sociedad está convencida de que ni partidos, ni candidatos valen la pena, como para mantenerlos vigentes. Sin embargo, por ahora, parece ser una propuesta sin visión, porque decir "no" a todos tampoco representa una gran opción; si acaso solamente expresa el hartazgo de una parte de la sociedad hacia un sistema político que le está fallando casi en todo. Por eso mismo, en México prevalece el caldo de cultivo necesario para que una movilización de esta magnitud alcance niveles impredecibles. Es, pues, un mensaje que no se puede pasar por alto. Y si se habla de los partidos que esta vez resultaron más afectados con esta nueva actitud ciudadana, es muy probable que los partidos de la Revolución Democrática y Acción Nacional hayan sufrido las consecuencias. El llamado a invalidar el voto alcanza a ciudadanos que razonan la emisión del sufragio, no son ciudadanos cautivos de los partidos, como el caso de los grandes grupos clientelares que pertenecen al Partido Revolucionario Institucional, por ejemplo. Los constantes y penosos pleitos al interior del PRD en los últimos dos años y la desilusión hacia un régimen panista que no ha cambiado el curso de las cosas para establecer un buen gobierno en México, han desencantado a muchos mexicanos, que probablemente este domingo último acudieron a votar, pero rechazando a todos. El voto blanco agarró fuerza en este proceso electoral y detener su avance no será fácil en el futuro, sobre todo porque depende directamente de los propios políticos mexicanos. A ellos y a nadie más corresponde volver a convertir a la política en el arte de lo posible.
Por su bajo costo y efectividad, en este recién concluido proceso electoral una de las campañas más exitosas a final de cuentas resultó la denominada "Voto blanco", sin duda alguna. Con una captación que bien podría alcanzar más del cinco por ciento a nivel nacional y más del diez en el Distrito Federal, el llamado a anular el voto mostró gran alcance y superó las expectativas de las encuestas elaboradas por las empresas de opinión pública más respetables, que ubicaban a estos votantes en un margen máximo del dos por ciento. Promovida desde organizaciones sociales y ex militantes de partidos políticos -aun cuando no pocos atribuyen también su origen a una iniciativa de las grandes televisoras mexicanas, molestas por una caída en sus ingresos, provocada por los pocos "spots" transmitidos ante la nueva disposición legal electoral- esta convocatoria a rechazar a todos los partidos y candidatos se posicionó ya como una fuerza electoral sólida, si así se le puede llamar, en México. A diferencia de la mayoría de los partidos políticos con registro electoral, que reciben prerrogativas de la autoridad electoral y están organizados para la promoción del voto, que cuentan con estructuras en la mayoría del país, estas organizaciones lograron en muy poco tiempo estar en un sorprendente buen nivel de preferencias del electorado mexicano y ahora, una vez pasada esa aduana comicial, tendrían una oportunidad para seguir expandiéndose y representar un mayor contrapeso en el sistema de partidos. Por supuesto que tampoco se le pueden atribuir a este movimiento cualidades mágicas. La realidad es que invitar al voto nulo a una sociedad hastiada de tanta corrupción y mentiras de su clase política es fácil hacerlo, sobre todo si esa sociedad está convencida de que ni partidos, ni candidatos valen la pena, como para mantenerlos vigentes. Sin embargo, por ahora, parece ser una propuesta sin visión, porque decir "no" a todos tampoco representa una gran opción; si acaso solamente expresa el hartazgo de una parte de la sociedad hacia un sistema político que le está fallando casi en todo. Por eso mismo, en México prevalece el caldo de cultivo necesario para que una movilización de esta magnitud alcance niveles impredecibles. Es, pues, un mensaje que no se puede pasar por alto. Y si se habla de los partidos que esta vez resultaron más afectados con esta nueva actitud ciudadana, es muy probable que los partidos de la Revolución Democrática y Acción Nacional hayan sufrido las consecuencias. El llamado a invalidar el voto alcanza a ciudadanos que razonan la emisión del sufragio, no son ciudadanos cautivos de los partidos, como el caso de los grandes grupos clientelares que pertenecen al Partido Revolucionario Institucional, por ejemplo. Los constantes y penosos pleitos al interior del PRD en los últimos dos años y la desilusión hacia un régimen panista que no ha cambiado el curso de las cosas para establecer un buen gobierno en México, han desencantado a muchos mexicanos, que probablemente este domingo último acudieron a votar, pero rechazando a todos. El voto blanco agarró fuerza en este proceso electoral y detener su avance no será fácil en el futuro, sobre todo porque depende directamente de los propios políticos mexicanos. A ellos y a nadie más corresponde volver a convertir a la política en el arte de lo posible.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario